MUSICA ES VIDA

MUSICA ES VIDA
MUSICA,TERAPIA,SALUD Y VIDA

sábado, 8 de enero de 2011

EDUARDO PEREZ MASEDA

Nace en Madrid el 12 de agosto de 1953 y realiza sus estudios musicales en el Conservatorio Superior de Música de esta ciudad y como becario en Cursos Internacionales de Composición. Paralelamente a sus estudios musicales obtiene la licenciatura en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid..
Eduardo Pérez Maseda es autor de una variada obra que ha obtenido amplia proyección nacional e internacional. Sus obras han sido estrenadas e interpretadas en numerosos conciertos y Festivales de todo el mundo: “Europalia ‘85” (Bruselas), “Encontró Luso-Espanhol de Compositores” (Lisboa), C.A.E. 1986 (Melbourne), “Foros Internacionales Música Nueva 1986 y 1992” (México), “Carnegie-Recital Hall” (Nueva York), “Almeida Festival 1986 y 1990” (Londres), “Newcastle Festival (Electric Music 2) (Reino Unido), Festival Mundial de la S. I..M. C. (Ámsterdam 1989), Festival Internacional de Bourges 1997 y 2003, “Tokyo Sinfonietta 2000, Season”, “Berner Kammerorchester 2002”, etc., y ha recibido encargos de distintas agrupaciones y entidades musicales nacionales y extranjeras.
En 1983 fue seleccionado en la II Tribuna de Jóvenes Compositores de la Fundación Juan March por su “Concierto para violoncello y orquesta de cámara”, y está en posesión, entre otros, de Premios de Composición como el Nacional de Polifonía del Ministerio de Cultura (1982), el “Isaac Albéniz” de la Generalitat de Cataluña (1984), el “Musician’s Acord” de Nueva York (1986) o el Festival Mundial de la S.I.M.C. de Ámsterdam (1989). Igualmente, su música ha sido seleccionada en distintas ocasiones para participar en foros como la Tribuna Internacional de Compositores de la UNESCO o el “Premio Italia”.En 1987 y 1988 dirige los primeros Cursos de Sociología de la Música celebrados en España, en colaboración con la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (Universidad Complutense de Madrid), y asimismo ejerce habitualmente como conferenciante y analista de su propia obra y de la música actual en cursos y seminarios para universidades y diversas instituciones. Ha sido profesor del Instituto de Estética y Teoría de las Artes (Universidad Autónoma de Madrid), y es colaborador de Radio Clásica (Radio 2)(Radio Nacional de España) desde 1981 realizando preferentemente programas relativos a la música del siglo XX. Igualmente ha dirigido programas de Análisis e Historia de la Música para el Canal 6 (Cultural) de “Hilo Musical” y ha ejercido como asesor musical en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid entre los años 1997 y 2001
Libros
  • El Wagner de las Ideologías. Nietzsche-Wagner. Musicalia, 1983. Editorial Biblioteca Nueva, 2004.
  • Alban Berg. Círculo de Bellas Artes de Madrid, 1985.
  • Música como idea, música como destino. Tecnos, Colección Metrópolis, 1993.
También es autor de numerosos trabajos monográficos y artículos referentes a la música contemporánea

jueves, 6 de enero de 2011

REFLEXION PERSONAL, MUSICA COMERCIAL?

La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo. Platón, Filósofo griego.


La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía. Ludwig van Beethoven, Compositor y músico alemán.


La música es la armonía del cielo y de la tierra. Yuel-Ji Músico chino.
Como vemos si nos ponemos a pensar, las 2 oraciones son ligeramente distintas. una esta enfocada en atacar la banda asegurando un cambio en la misma para "vender mas". la otra, es una afirmacion sobre la musica en si, y el cambio que sufrio para, en efecto, vender. en si, ambas oraciones expresan lo mismo, pero de distinta manera. estaria bueno que mas gente comienze a utilizar la segunda expresion y no la primera.


¿Por que?


La mayoria de los que suelen soltar la primer expresion, no tienen en claro (o no se detienen a pensar) sobre el concepto de "obtener ganancias de un trabajo". Ser músico profesional, es un trabajo (dejando de lado lo artistico/divertido/adjetivo a su gusto que es serlo, es un trabajo al fin). como tal, se realiza por 1 motivo:
- Obtener ganancias mediante esfuerzo.  la sociedad en la que vivimos, esa "ganancia" es dinero. ese esfuerzo son las "giras, discos, presentaciones" que puede llegar a vender la banda.


Ahora, como todos sabemos: la tecnologia hace posible conseguir discografias enteras con 1 click y sin pagar 1 centavo. nos permite enterarnos de novedades sin necesidad de comprar una revista o leer un diario. nos permite bajarnos el ultimo single de nuestra banda preferida al dia de que el tema sale del estudio (aveces.. ni es necesario esperar a que salga del estudio). Esto provoca que, la unica salidad "laboral" de la banda, se vuelta la interpretacion en vivo de su música.


Todo se transforma en un "tenemos que vender mas entradas", y los discos/videos pasan a ser un material con la funcion de hacer propaganda sobre el trabajo de la banda. (dejando de lado un poco el dinero que se pueda llegar a obtener de los mismos).


Ahora, ¿como vender mas entradas si la gente que nos venia siguiendo hace 30 años ya no viene mas?..
¿como vender mas si a la juventud actual le gustan los jonas brothers, y las empresas multinacionales no se calientan en hacer conocer bandas que salgan del pop?


"haciendo la música mas accesible a las masas".


eso incluye un cambio en las letras, en la instrumentacion, en la música en general. puede ser leve, o marcado, pero no es un cambio por diversion. y eso es lo que tiene que entender aquellos que dicen "metallica se vendio" con bronca hacia la banda y no contra el sistema o a la probreza cultural de la sociedad.


Logicamente, hay bandas creadas con el fin monetario de la música, las cuales son realmente "comerciales". pero a no confundirse. muchas bandas (en este caso, use de ejemplo a metallica, pero podrian ser muchas otras) se ven obligadas a hacer de su música mas accesible a los oidos de hoy, para poder subsistir.
La música, desde el principio de los tiempos el hombre los ha utilizado en ceremonias, terapias, fiestas…. La música llega más  la sociedad en la que vivimos, esa "ganancia" es dinero. ese esfuerzo son las "giras, discos, presentaciones" que puede llegar a vender la banda.

Ahora, como todos sabemos: la tecnologia hace posible conseguir discografias enteras con 1 click y sin pagar 1 centavo. nos permite enterarnos de novedades sin necesidad de comprar una revista o leer un diario. nos permite bajarnos el ultimo single de nuestra banda preferida al dia de que el tema sale del estudio (aveces.. ni es necesario esperar a que salga del estudio). Esto provoca que, la unica salidad "laboral" de la banda, se vuelta la interpretacion en vivo de su música.

allá de nuestro oído, no solo nos transporta a mejores lugares, dándonos placer o alegría, produciéndonos una emoción.


Cuando oímos música estamos creando un espacio dentro de nosotros mismos, un espacio de lugar y de tiempo, es casi una meditación, vaciamos nuestra mente…. Y todo se calma.

Los sonidos activan las ondas cerebrales (Delta: sueño profundo, meditación – Zeta: relajación profunda, meditación creativa, armonía, plenitud – Alfa: ausencia de estrés, creatividad, tranquilidad, mente subconsciente – Beta:alerta máxima, vida diaria, estrés, ansiedad, mente consciente), pudiendo inducir a éste a otros niveles de consciencia, o produciendo una sincronización de los hemisferios cerebrales para un mayor aprovechamiento cerebral. ¿Quizás ya sabían todo esto los chamanes, curanderos y sanadores de antiguas culturas…la aplicación del sonido con fines curativos, el contacto directo con el sonido para llegar a emociones ocultas mas allá de la mente consciente….?

Los cuencos tibetanos, los mantras rítmicos, cánticos curativos… en la medicina tradicional china se el tono de voz del paciente es un indicativo para el diagnostico de su estado de salud.
Ya en el seno materno el feto está envuelto en sonidos, los latidos del corazón de su madre, la respiración, nacemos con los sonidos, es nuestro medio


Sonidos, música, desde el principio de los tiempos el hombre los ha utilizado en ceremonias, terapias, fiestas….

ALFRED ERIC LESLIE SATIE

Erik Satie, cuyo nombre completo es Alfred Eric Leslie Satie (Honfleur (Calvados), 17 de mayo de 1866 - París, 1 de julio de 1925), fue un compositor y pianista francés.[1] De estilo inclasificable y avanzado a su tiempo, anticipó el serialismo y el minimalismo y preconizó la ruptura formal y tonal de la música contemporánea. Denostado por la academia y admirado por otros compositores de su época, de formación irregular, ingresó inesperadamente en el conservatorio a los 40 años, para sorpresa de quienes le conocían, tras haberse dedicado, entre otras muchas cosas, a la música de cabaret.
Tras haber convivido con las vanguardias de su época, su obra resulta aún hoy tan extravagante como su vida. De conductas transgresoras, de carácter insoportable e intransigente, con ideas disparatadas y ocurrencias en ocasiones irritantes e incluso paranoicas, se presentaba a sí mismo como «gimnopedista» (antes incluso de escribir su más famosa composición, las Gymnopédies) y como «fonometrógrafo» (alguien que mide y escribe los sonidos), prefiriendo definirse así que como «músico». Llegó a aparecer en 1924 en una película de René Clair llamada Entreacto.[2]
Titulaba sus obras de manera delirante (Tres fragmentos en forma de pera, Españaña, Vejaciones) y las anotaciones de sus partituras resultaban en ocasiones grotescas (en su Danse cuiraseé se puede leer: Paso noble y militar. Se baila en dos filas. La primera no se mueve. La segunda fila se queda quieta. Los bailarines reciben un sablazo que les divide en dos la cabeza). Inventó la música de mobiliario, aquella compuesta específicamente para no ser escuchada, anticipando así la música ambiental de los espacios públicos, y militó en confesiones religiosas de las que era el único miembro. Basó su obra en el humor y la ironía. Sólo a su muerte, tras entrar en su apartamento, sus amigos se dieron cuenta de la miseria en la que vivía, miseria a la que describía como «la muchacha de grandes ojos verdes»
Modificó su nombre como Erik Satie desde su primera composición, en 1884. Aunque en su vida posterior se enorgullecía de publicar su trabajo bajo su propio nombre, parece que hubo un corto período al final de la década de 1880 en que publicó su trabajo con el seudónimo Virginie Lebeau
La juventud de Erik Satie transcurrió entre Honfleur, en la baja Normandía, y París. Cuando tenía cuatro años, su familia se mudó a París, donde a su padre Alfred se le ofreció un trabajo de traductor. Tras la muerte de su madre, Jane Leslie Anton, en 1872, fue enviado, junto con su hermano menor Conrad, de regreso a Honfleur, para vivir con sus abuelos paternos. Ahí recibió sus primeras lecciones de música de un organista local. Cuando su abuela murió en 1878, los dos hermanos se reunieron en París con su padre.
En 1879 Satie entró al conservatorio de París,[1] donde pronto sus maestros le etiquetaron como falto de talento. Tras ser enviado a su casa, dos años y medio más tarde volvió a ser aceptado en el conservatorio, al final de 1885, pero no logró causar mejor impresión a sus maestros, así que finalmente resolvió partir al servicio militar un año después. Esto no duró mucho; en unas pocas semanas salió del ejército mediante un ardid.
En 1887 dejó su casa para alojarse en Montmartre. En ese tiempo comenzó lo que sería una amistad de toda la vida con el poeta romántico Patrice Contamine y a través de su padre publicó sus primeras composiciones. Pronto se integró con la clientela artística del café-cabaret Le Chat Noir,[1] y comenzó a publicar sus Gimnopedias. Siguieron las Ogives, las Gnossiennes, etc. En el mismo período conoció a Claude Debussy. En 1891 se convirtió en el compositor oficial y maestro de capilla de la orden rosacruz liderada por Joséphin Péladan, la Ordre de la Rose-Croix Catholique, du Temple et du Graal. Compuso para ella piezas de inspiración mística, como Salut Drapeau!, Le Fils des étoiles, y Sonneries de la Rose Croix.
Retrato de Erik Satie por Suzanne Valadon (1893).
Satie y Suzanne Valadon, pintora impresionista y madre de Maurice Utrillo, comenzaron un idilio en 1893. Pronto Valadon se mudó a una habitación cercana a la de Satie en la Rue Cortot. Satie se obsesionó con ella, llamándola «mi Biquí», y escribiendo notas apasionadas acerca de «su ser completo, ojos encantadores, gentiles manos y pequeños pies». Valadon pintó el retrato de Satie y se lo dio, pero seis meses después ella se mudó. Durante su relación Satie compuso sus Danses Gothiques, a modo de oración para hacer regresar la paz a su mente. Aparentemente, esta fue la única relación con una mujer que Satie tuvo en toda su vida.
En el mismo año conoció al joven Maurice Ravel, en cuyas primeras composiciones ejerció una notable influencia. Una de las composiciones de Satie de ese período, las Vexations, permaneció desconocida hasta su muerte. Al fin del año fundó la «Eglise Métropolitaine d'Art de Jésus Conducteur» (Iglesia Metropolitana de Arte de Cristo el Guía),[3] siendo él su único miembro, con el cargo de «Parcier et Maître de Chapelle» comenzó la composición de una Grande Messe, después conocida como la Messe des Pauvres), y escribió un caudal de cartas, artículos y panfletos mostrando su convicción en temas religiosos y artísticos.
En octubre de 1905 Satie se matriculó, en contra de la opinión de Debussy, en la Schola Cantorum de Vincent d'Indy para estudiar contrapunto clásico (mientras continuaba con su trabajo en el cabaret).[1] La mayoría de sus amigos se quedaron tan perplejos como los profesores de la Schola cuando se enteraron de su intención de volver a las aulas (sobre todo porque D’Indy era un fiel discípulo de Camille Saint-Saëns, no especialmente apreciado por Satie). En cuanto a los motivos que llevaron a Satie a dar este paso, posiblemente había dos razones: primero, estaba cansado de que le dijeran que la armonía de sus composiciones era errática (crítica de la que no se podía defender muy bien al no haber acabado sus estudios en el conservatorio). En segundo lugar, estaba desarrollando la idea de que una de las características de la música francesa era la claridad (que se podría conseguir mejor con un buen conocimiento de cómo se percibía la armonía tradicional). Satie completó cinco años en la Schola, como un buen alumno, y recibió un primer diploma (de nivel intermedio) en 1908.
Algunos de sus ejercicios de contrapunto se publicaron después de su muerte (por ejemplo Désespoir Agréable), pero posiblemente consideraba su obra En Habit de Cheval como la culminación de su paso por la Schola. Otras piezas, del periodo anterior a la Schola, aparecieron también en 1911: los Trois Morceaux en form de poire (Tres fragmentos con forma de pera), aunque en realidad se trata de siete piezas, que fue una especie de resumen de lo mejor que había compuesto hasta 1903.
Algo que se pone de manifiesto en estas compilaciones publicadas es que tal vez no rechazaba el Romanticismo (y sus exponentes como Wagner) en su conjunto (en cierto modo se había moderado), sino más bien ciertas partes de él: musicalmente, lo que rechazó de forma más intencionada fue, desde su primera hasta su última composición, la idea de desarrollo, ciertamente en el sentido más estricto del término: el entrelazado de diversos temas en una sección de la forma sonata. Naturalmente esto hace que sus obras contrapuntísticas, y las otras también, sean muy breves. Por ejemplo, las fugas «nuevas y modernas» no se extienden mucho más allá de la exposición del tema. En general no creía que el compositor debiera quitarle al público más tiempo del estrictamente necesario, evitando el aburrimiento. También el melodrama, en su sentido histórico de género romántico, muy popular por entonces, de «texto hablado con un fondo musical», es algo de lo que Satie parece haber conseguido mantenerse alejado (aunque su Piège de Méduse de 1913 puede verse como una muestra absurda de ese género).
Entretanto, hubo también otros cambios: se afilió al Partido Radical (socialista), confraternizó con la comunidad de Arcueil (entre otras cosas, participó en los trabajos del «Patronage Laïque» a favor de los niños), y adoptó el aspecto de funcionario burgués, con su sombrero de hongo y su paraguas. Asimismo, en vez de meterse en alguna secta de tipo medieval, canalizó su interés por esa época en una afición peculiar: en un archivador guardaba una serie de dibujos de edificios imaginarios (la mayoría descritos como hechos de metal) que realizaba en tarjetas y trozos de papel. En ocasiones, ampliando el juego, publicaba pequeños anuncios en periódicos locales ofreciendo estos edificios (por ejemplo un «castillo de plomo») en venta o alquiler
Hasta el año de su muerte en 1925, absolutamente nadie excepto él entró a su habitación en Arcueil desde que se mudara hacía veintisiete años. Lo que sus amigos descubrieron ahí, después de su entierro en el cementerio de Arcueil, tenía el encanto de la tumba de Tutankamon; además del polvo y las telarañas (lo cual, entre otras cosas, aclaró que Satie jamás compuso usando su piano), descubrieron numerosos objetos:
  • una colección de unos cien paraguas, algunos aparentemente jamás usados;
  • el retrato que le hizo su amiga Suzanne Valadon en 1893;
  • cartas de amor y dibujos de la época de Valadon;
  • otras cartas de todos los períodos de su vida;
  • su colección de dibujos de edificios medievales (desde entonces sus amigos empezaron a ver la relación entre Satie y ciertos anuncios de periódico anónimos acerca de «castillos de plomo» y cosas parecidas);
  • otros dibujos y textos de valor autobiográfico;
  • otras cosas memorables de todos los periodos de su vida, entre ellos siete trajes de terciopelo del periodo del «caballero de terciopelo».
Pero lo más importante, había composiciones de las cuales nadie había oído hablar (o que se creían perdidas) por todos lados: atrás del piano, en las bolsas de los trajes de terciopelo, etc. Estas incluían las Vexations, Geneviève de Brabant, y otros no publicados o no terminados, como el pez soñador, muchos ejercicios de la Schola Cantorum, un conjunto no conocido de las piezas «caninas», algunos otros trabajos para piano, muchas veces sin título (las cuales fueron publicadas como Nuevas Gnossiennes, Pièces Froides, Enfantines, Música de amoblamiento, etc.).
De acuerdo a Milhaud, Satie «profetizó el mayor movimiento en la música clásica que aparecerá en los próximos cincuenta años dentro de su propia obra musical».[6]
Aunque generalmente la música de Satie se compone de piezas cortas, hay algunas curiosas excepciones:
  • Vexations: con 840 repeticiones del motivo musical (y muchas más de la línea de bajo), este es definitivamente el trabajo más largo con un número definido de repeticiones (nótese que, sin las repeticiones, la música dura apenas dos minutos). No sobrevive ninguna explicación de Satie para la excepcional longitud de la pieza, aunque existe una serie de estudios de John D. Kramer en los que se afirma que el escucha de música es capaz de entrar en un estado alternativo de percepción del sonido, después de escuchar la repetición exhaustiva de un patrón musical.
  • Le Tango (el tango), una casi pegajosa melodía de Sports et divertissements, Satie indica en la partitura perpétuel (algo como perpetuum mobile, o sea movimiento perpetuo). Hay poca evidencia de lo que Satie entendía por «perpetuo». Cuando se toca para una grabación hay raramente más de una repetición de esta parte de la composición, haciéndola uno de los tangos más breves jamás compuestos.
  • Cinco piezas de «música de amueblamiento», que estaban pensadas para servir de música de fondo con un número no especificado de repeticiones.
  • Su música para el film Entr’acte tiene diez zonas de repetición para permitir la sincronización en el film de veintinueve minuto

miércoles, 5 de enero de 2011

ALMUDENA CABO

Almudena Cano
Pianista
Catedrática de Piano del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.

Formada principalmente en Madrid, su ciudad natal, con Carmen Díez Martín en el Real Conservatorio Superior de Música, y en Amsterdam con Jan Wijn en el Sweelinck Conservatorium, la influencia recibida del profesor bilbaíno Juan Carlos Zubéldia, con quien estudió durante casi veinte años, fue enorme y decisiva en su evolución musical.

Como concertista actuó en España, Holanda, Bélgica, Portugal, Polonia, Hungría, Alemania, Gran Bretaña y República Dominicana, tanto en recitales como en conciertos de cámara, así como en grabaciones para las radios estatales de España, Holanda y Bélgica y para Televisión Española.

Como solista actuó con las orquestas Ciudad de Valladolid, ALPHO del Conservatorio de Amsterdam, Caecilia Consort de Holanda, Sinfónica Nacional de Santo Domingo, Orquesta de Córdoba, Sinfónica de Castilla y León, Ciudad de Granada, Sinfónica de Tenerife, Reina Sofía de Madrid, Mozarteum de Salzburgo (actuación en el Teatro Real de Madrid) y Virtuosos de Moscú, con los directores Luis Remartínez, Joop van Zon, Max Bragado, Jose Ramón Encinar, Clark Suttle, Adan Natanek, Leo Brouwer, Julio de Windt, Arturo Tamayo, David Stern, Hans Graf y Vladimir Spivakov.

Su grabación de 12 Sonatas de José Ferrer recibió del Ministerio de Cultura el Premio Nacional del Disco 1981.

Profunda y activamente interesada en la enseñanza musical, fue la creadora y directora, durante las primeras ocho ediciones, de la Escuela de Verano para Jóvenes Pianistas "Ciudad de Lucena", que alcanzó un gran prestigio por su calidad y originalidad, así como del Festival Internacional de Piano 'Ciudad de Lucena'. Igualmente fue co-creadora de los Cursos de Especialización Musical de la Universidad de Alcalá y de la revista especializada Quodlibet de la misma Universidad. Escribió artículos sobre la enseñanza musical y sobre temas de su especialidad en diversos periódicos y revistas de música. (v. articulos)

Impartió cursos y clases magistrales en un gran número de Conservatorios españoles. (v. docencia)

Hasta su fallecimiento, el día 3 de octubre de 2006, fue Catedrática de Piano del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (España).

REFLEXION PERSONAL .


 
   Interpretar música escrita por compositores en un instrumento de los llamados tradicionales - o con la voz - es quizás el cometido fundamental de los centros de enseñanza musical asociados tradicionalmente a la música clásica - conservatorios, escuelas, academias, etc.- ya que, aunque en estas instituciones la música también se estudia desde una perspectiva musicológica,  teórica y metodológica, y también se trabaja la creación de música nueva, la transmisión y proyección de toda música  pretérita o actual  y la comunicación artística del hecho musical la hacen los intérpretes. Incluso los músicos que derivan hacia otra especialidad distinta a la interpretación instrumental comienzan su formación musical dentro del mundo de la habilidad instrumental al servicio de la música escrita por otros.
En la reflexión que quiero hacer a continuación pretendo resaltar la conexión entre la formación instrumental que recibe un futuro intérprete y las diversas áreas que configuran sus estudios musicales, pero estableciendo el perfil del objetivo final, del acabado, del - dicho en términos poco adecuados al espíritu artístico- producto que debería salir de un centro de enseñanza musical que forme intérpretes profesionales. 
Dada mi condición de pianista, parece más sensato que centre mis argumentos en la enseñanza de mi instrumento, pero creo sinceramente que, cambiando títulos de obras, terminología técnica específica del piano y alguna cosilla más, todo lo que aquí expongo se puede fácilmente trasladar a cualquier otro instrumento, porque en esencia la formación necesaria para cualquier intérprete bebe de las mismas fuentes.
También tendré que hacer alguna referencia tanto al estado y la realidad de la enseñanza musical en España en los últimos años como al futuro que empieza a configurarse con la aplicación de la reforma de la enseñanza musical que implanta la LOGSE, pero a pesar de no abandonar mi beligerancia en contra del Plan del 66 y a favor de la LOGSE, en este artículo quisiera plantear también criterios sobre la formación musical que van más allá de aquellos que son mero objeto de discrepancia entre profesores de conservatorios con ideas distintas. Estos criterios son difíciles de configurar en un plan de estudios, pues inciden en aquello que todo instrumentista que se precie debe saber plantearse y saber hacer, ya sea de una manera intuitiva y resultante de su propia experiencia, o por obra y gracia de un profesor que le haya mostrado adecuadamente el camino a recorrer. 
La posibilidad de recibir los conocimientos y la experiencia musical necesaria para interpretar música dependen más quizás de la habilidad, la imaginación y la calidad artística y musical del profesor  que de lo que a éste se le exige saber en el temario y las pruebas prácticas de sus oposiciones.
Uno de los inconvenientes que tiene cursar estudios en un conservatorio o similar es que, a pesar de ser centros teóricamente pensados para formar profesionales, terminan siendo lugares llenos de obstáculos para conseguir una titulación, donde el inevitable academicismo desdibuja la nitidez de los objetivos reales y su posterior proyección en los diversos ámbitos del mundo musical profesional. 
Es evidente que el hábito no hace al monje, y así como muy pocos de los que se titulan como pianistas reúnen las condiciones mínimas para ser considerados intérpretes, también es evidente que la titulación más apropiada  para un futuro intérprete será la que le acerque en sus contenidos a los planteamientos técnicos y musicales que van a acompañarle en su vida profesional; son poquísimos los titulados superiores que han recibido alguna vez formación o información sobre aspectos fundamentales de la interpretación, de la percepción musical y de la comunicación artística (espero que nadie se ofenda, ya que hago esta afirmación profundamente convencida de que es casi imposible que un centro de enseñanza musical, incluso el más prestigioso del mundo, consiga incluir en sus planes de estudios ni una quinta parte de los aspectos relacionados con el arte de interpretar). La perspectiva que tiene un alumno que aborda los estudios superiores  es bastante escasa, pero también lo es a veces la de los profesores, ya que  tendemos a olvidarnos de la necesaria integración de los conocimientos en las distintas áreas o asignaturas relacionadas con la música, sin olvidar que existen también otros conocimientos que abarcan una amplia gama de aspectos del pensamiento humano y que no suelen estar en la oferta pedagógica de un conservatorio: filosofía, literatura, historia de las ideas, historia socio-política, etc.
Es evidente que no es posible determinar compartimentos estancos en el conocimiento de la música, pues toda la comprensión sonora y estética es el resultado de una experiencia y una práctica diaria durante años que engloba muchos factores aparentemente distintos y relacionados tanto con el intelecto como con la percepción, la sensibilidad musical y la capacidad emotiva.
Resulta difícil imaginar a un aprendiz de intérprete que no dedique todo el tiempo de que dispone a oír música, a conocer obras y autores que aún desconoce, a familiarizarse con el repertorio para otros instrumentos, a conocer el texto de los Lieder, los argumentos  de las óperas, a leer lo que otros han escrito sobre música, a indagar y tratar de penetrar en lo más profundo de las obras, del pensamiento que anima al compositor, de sus inquietudes formales o estéticas, del ambiente sociocultural que le alimenta, en una palabra, a sumergirse en todo lo que influye en esta actividad artística, que más que una profesión es una pasión. 
Aún a sabiendas de la dificultad de referirse a algunos aspectos sin mencionar aquellos otros que obviamente influyen, comenzaré por definir de la mejor manera posible el perfil que, a mi entender, debe tener un intérprete de finales del siglo XX:
Preparación musical
- Conocimiento y asimilación del lenguaje tonal, con una clara comprensión de los aspectos armónicos, melódicos, rítmicos, polifónicos, etc. que están presentes en la música de los siglos XVII, XVIII y XIX, que son fundamentales en el repertorio del instrumento. 
La asimilación de los procedimientos musicales tiene que ser auditiva y práctica, pues de nada sirve saber clasificar un acorde, analizar una melodía o definir las voces que están presentes en un pasaje polifónico si estos conocimientos se limitan al aspecto puramente teórico. Un intérprete tiene que ser capaz de distinguir auditivamente, por ejemplo, las distintas inversiones de cualquier acorde, saber reproducir con la voz o en el piano cualquier melodía o tema con su perfil rítmico, ser capaz de percibir voces diferentes y poder delimitar de oído las distintas secciones de una obra.
- Conocimiento y asimilación auditiva de la evolución del lenguaje tonal propia de finales del XIX, su transformación hacia la atonalidad, hacia la música dodecafónica y serial, hacia todos aquellos aspectos que conforman la primera mitad del XX que están presentes en una gran parte del repertorio fundamental del instrumento: politonalidad, modalidad, etc.
-Asimilación auditiva de las tendencias musicales de la segunda mitad del sigo XX, con un selectivo acercamiento a las distintas tendencias y a los lenguajes de los compositores más emblemáticos.
Con estos tres puntos he mencionado la necesidad de asimilar auditivamente música de cuatro siglos. Es evidente que el repertorio llamado “tradicional” de un pianista comienza a mediados del XVIII y finaliza a mediados del XX, y tanto la música previa - claramente escrita para otros instrumentos como el clave- como la posterior -sujeta a una especialización bastante radical aún hoy- no tienen por qué ser objeto de estudio exhaustivo y prolongado. Sin embargo, en aras de una real comprensión de la evolución del lenguaje, es realmente importante conocer los planteamientos y las inquietudes de las que se parte en el XVII, y también los resultados que son plasmación de una búsqueda muy diversificada y ramificada en las últimas décadas de este siglo.  
La asimilación musical es un proceso de interiorización de la escucha que permite comprender, sentir y reproducir. No se puede pretender que la asimilación, la comprensión musical, sean producto de una  agotadora repetición de los giros musicales que leemos en la partitura. Cuando la partitura es un manual de instrucciones donde se nos dice que si la nota está escrita en la tercera línea (en clave de Sol) tenemos que hundir la tecla “si”, nuestra capacidad musical es tremendamente limitada: somos incapaces de leer a primera vista porque no sabemos anticipar el devenir de la música; no existe una conexión entre lo que hacen las voces y sus acompañamientos; las indicaciones complementarias (articulación, dinámica, fraseo, etc.) resultan añadidos con poco o ningún sentido para nosotros pues - al igual que hacemos con las notas, claves, compases, etc.- los aplicamos según aparecen en la partitura ante nuestros ojos, y así sucesivamente. 
Es imprescindible que el futuro músico desarrolle su capacidad musical sobre la base de asimilar ideas musicales siempre puestas en práctica vocal o instrumentalmente. Estas ideas tienen unos perfiles armónicos, melódicos, rítmicos y métricos muy definidos (y da igual que la idea sea una improvisación, una pequeña composición, un ejercicio o la obra de un compositor) de los que no se puede prescindir, y se asimilan a la vez pues forman un todo inseparable. Tras esta asimilación, se puede empezar el proceso de transcripción a una partitura, pero sólo cuando los signos que se escriben se entienden como una aproximación a la idea original y una manera de comunicarla a otros “por carta”.
Preparación técnica
Es necesario tener en cuenta que toda práctica instrumental, por temprana que sea, debe tener por objetivo la buena asimilación técnica de ciertas fórmulas musicales que van a tener una constante presencia en el repertorio del instrumento. La correcta sistematización de los procedimientos más habituales  (con la técnica que sea) ayudan a establecer una perfecta colaboración y coordinación entre la comprensión musical y su plasmación en el instrumento. Por establecer un símil, se trata de conseguir lo que en deporte se denomina “buenos fundamentos técnicos”, o hacer el equivalente a lo que en danza ejercitan hasta la saciedad pero siempre con un sentido expresivo perfectamente definido en cada movimiento: hacer barra. 
Con demasiada frecuencia se habla de técnica pianística refiriéndose a las propuestas y soluciones que tal o cual autor o pedagogo sugiere para las diferentes dificultades: las octavas se hacen “así”, las escalas “asao”, el brazo debe utilizarse de esta manera, el dedo debe hacer estos movimientos, etc.
Quizás sería más sensato que el  futuro intérprete - o su profesor- se centrara en conseguir plasmar la idea musical que subyace en la partitura que tiene delante y, partiendo de unos supuestos técnicos básicos que casi todas las escuelas mencionan como indispensables, realizara música en vez de esforzarse en ejercitar correctamente su coreografía técnica. Partiendo de la base de que se deben utilizar movimientos adecuados, se debe estar lo más relajado posible, se debe circunscribir el esfuerzo al mínimo indispensable, es preferible enfocar la articulación de los sonidos con un objetivo sonoro y musical, en vez de adjudicar al staccato tales movimientos de la mano o el brazo, al legato tales procedimientos musculares o al cantabile tal zona de la yema del dedo.
La formación teórica
La iniciación teórica en los conservatorios se hace con el solfeo o con lo que ahora se denomina lenguaje musical, que se compagina con la primera etapa de formación instrumental. Tras pocos años se empieza a añadir formación  teórica con historia de la música, armonía, contrapunto, análisis formal, etc.
La asignatura solfeo-lenguaje nos inicia en la práctica vocal de melodías, más o menos complejas en su interválica, acompañadas por un soporte de tipo armónico. 
Al aumento de la complicación melódica se le van añadiendo progresivamente dificultades rítmicas, métricas y dinámicas, todo aderezado con un bombardeo de nociones teóricas que prácticamente abarcan casi todo el saber enunciado en los tratados desde Grecia, pasando por la Edad Media y el Renacimiento, hasta finales del XIX. Estas nociones rara vez son experimentadas en la práctica instrumental, y mucho menos en la que se realiza paralelamente en los primeros años de conservatorio, con lo cual se convierten en un cúmulo de conocimientos de difícil comprensión, de nula asimilación y de dudosa aplicación.  No es de extrañar que esta asignatura haya truncado más de una afición musical y más de una vocación, pues nada hay tan farragoso, tan poco estimulante y tan estéril como la teoría musical per se.
Con el paso de los años, de los lustros, de las décadas, y cuando se ha carecido de un sistema positivo y ágil de autoevaluación, los programas de estudios de las instituciones educativas han tendido a enquistarse y a alejarse de la realidad musical necesaria para desenvolverse profesionalmente en el mundo de los sonidos. Este es el caso del obsoleto sistema de educación musical vigente aún en nuestros conservatorios, que ha alcanzado un absurdo zenit de inoperancia y de ausencia de un objetivo común en la surrealista andadura paralela (y nunca convergente) de asignaturas teóricas con la práctica instrumental que se lleva a cabo en la etapa intermedia -en el grado medio, para entendernos. 
Con harta frecuencia se da el siguiente caso: un estudiante, mientras en el piano se ejercita con Czerny, Clementi y Moszkowski, estudia obras polifónicas de J.S. Bach, toca sonatas de Mozart o Beethoven, Romanzas de Mendelssohn, Arabesques de Debussy y piezas de salón de Granados, en Historia de la Música le instruyen sobre la música de los persas, el advenimiento del Gregoriano, y la importancia de Orlando di Lasso; en Armonía comienza su largo peregrinar entre dameros malditos plagados de paralelas prohibidas, resoluciones y tratamientos de la disonancia que en ningún caso le van a servir para comprender la música que toca, sino únicamente para adquirir escolástica destreza en un práctica arcaica y de nula aplicación; en Formas Musicales le van a telegrafiar - sin tiempo para la comprensión y la  profundización-  todo lo acaecido en cinco siglos referente a la inquietud  formal que han tenido los compositores; el pianista en grado medio tendrá también que hacer un pequeño recorrido por el mundo de la música de cámara, la Estética, la lectura a primera vista -que, al parecer, conviene empezar a “aprender” cuando ya el estudiante lleva tocando el piano seis o siete años- y la transposición. Esta película, real como la vida misma, pone en evidencia un sistema en que casi nada de lo que se estudia teóricamente tiene ninguna aplicación en la actividad instrumental del alumno. 
La teoría que interesa recibir, estudiar y asimilar es la que explica en profundidad los distintos parámetros del lenguaje musical del repertorio que tocamos, que nos hace comprender su forma, los elementos que configuran sus aspectos estilísticos, la ubicación en el entorno histórico, las influencias que recibe y la progresiva transformación y evolución de ese lenguaje hacia nuevos derroteros asumidos por otros compositores. Al alumno le tenemos que dar herramientas de análisis para la óptima comprensión e interiorización de la música que toca, que estudia, que escucha y que forma parte de su mundo auditivo,  incluida la del siglo en que le toca vivir. 
Otro aspecto de la formación teórica absolutamente imprescindible para el instrumentista es el relativo a los aspectos estilísticos e idiomáticos propios de la interpretación (ornamentación, articulación, evolución de la grafía musical, interpretación de los signos según épocas y autores). Cabría apuntar que este aspecto se trata ya en parte en la enseñanza del solfeo, pero como en tantos otros ejemplos, es imposible asimilar y comprender unos signos o procedimientos que no pertenecen al mundo de la práctica instrumental y auditiva. Los ornamentos complicados del Barroco aparecen en el repertorio propio de fin de grado medio, o incluso en el propio de los estudios superiores, pero no en una piececita del Álbum de Ana Magdalena, ni en casi ninguna invención de Bach. Es esencial la comprensión de los signos de ornamentación como signos “taquigráficos” que representan un procedimiento musical, y es esencial practicar estos procedimientos desde los inicios en el instrumento, pero insisto en que deben ser explicados y comprendidos cuando vayan a integrarse en la práctica instrumental.
Todo lo que excede los límites de la práctica musical pertenece al mundo de la arqueología musical, de la musicología al servicio de los tiempos pretéritos. El estudiante que se incline hacia esta especialización ya recibirá, en los estudios superiores, una formación esencialmente distinta a la que recibirá un futuro intérprete, pero en su etapa intermedia de formación musical debe continuar un recorrido que en ningún caso desvincule los conocimientos que adquiere de la práctica que lleva a cabo.
De la teoría a la práctica
Para una buena interpretación y comunicación de las ideas musicales, parece imprescindible plantearse seriamente cuáles son las condiciones mínimas para que se perciba la música como la escuchamos en nuestro interior: ¿en qué consiste el “buen sonido”?, ¿cómo se puede hacer en el piano un legato que se perciba como tal?, ¿todas las indicaciones de crescendo se deben realizar aumentando uniforme y progresivamente la intensidad en todas las voces?, ¿cómo se transmite la forma?;  ¿cómo se realiza el fraseo, la expresión, la emoción?, ¿cómo se articulan los diversos ritmos de danza (minué, vals, mazurka, corrente, siciliana...)?, ¿cómo hay que tocar para que se perciba “a dos” la música escrita en compases binarios o alla breve?
Hay muchos músicos que aseguran que la mera comprensión interior por parte del intérprete establece una vía de comunicación casi automática entre éste y el oyente. Pero también es harto frecuente encontrarnos ante una interpretación anodina e inexpresiva que no aporta ninguna emoción o interés al  que la escucha aunque, si la analizamos, no es básicamente “incorrecta” desde un punto de vista técnico y musical: las notas están todas, las dinámicas también, el tempo parece adecuado, la medida es correcta  pero, ¡ay!, no dice nada; la interpretación resulta plana, gris, aburrida y escolástica porque la música está “solfeada” más que interpretada. Cuando el intérprete no se sale un ápice de las instrucciones de la partitura y considera que la duración de las notas tiene que ser exactamente la que marca el valor de la figura y que, por ejemplo, el rubato o la agogia son licencias libertinas e inadecuadas en un planteamiento “serio” de la interpretación, en mi opinión está atentando contra el espíritu de la música  que subyace en el texto, espíritu que hay que saber encontrar porque  hay que aprender a leer entre líneas.
Los planteamientos  interpretativos ante el texto tienen así cierta semejanza con los que se hace un actor que recite o declame un texto, un poema o una obra de teatro: no es suficiente articular fonemas, pronunciar correctamente las palabras o ni  siquiera hacer una entonación adecuada de las frases, hay que dar vida y expresión a un texto que comunica algo.
Como todos nos hemos encontrado alguna vez ante  la duda de seguir los dictados de nuestro instinto musical - que no es otra cosa que la experiencia auditiva acumulada, recreada  por nuestra imaginación y por un sentido propio e interior de la coherencia expresiva-  o, por el contrario,  ceñirnos a “las instrucciones” de la partitura, creo que el mejor antídoto contra el academicismo radical en la interpretación consiste en llevar a cabo un profundo análisis de las versiones de los grandes maestros - con la partitura delante-,  tratar de averiguar en qué consiste ese “algo” que tanto nos gusta  y comprobar que casi siempre conlleva una pequeña desviación de la interpretación estricta de las instrucciones de la partitura. Es bastante esclarecedor al respecto comprobar que resultará casi imposible llevar estrictamente el compás en una zarabanda de Bach tocada por Pau Casals, un impromptu de Schubert por Radu Lupu, un Nocturno de Chopin por  Artur Rubinstein o un Lied de Schumann cantado por Dietrich Fischer Dieskau. 
También es muy esclarecedor comparar distintas buenas versiones de las mismas obras (por ejemplo, la Fantasía op. 17 de Schumann por Murray Perahia, Eugeny Kissin, Claudio Arrau, Vladimir Ashkenazy y Maurizio Pollini) y percibir las diferencias esenciales y de matiz. Y, para redondear el tratamiento anti-solfeo, sería conveniente escuchar a los compositores interpretar sus propias obras -Debussy, Prokofiev, Bartók, Rachmaninov- y también analizar sus interpretaciones de obras ajenas - Bartók tocando Debussy o Beethoven, Rachmaninov interpretando Chopin, Britten tocando Schubert, etc. 
La formación de un criterio propio.
Uno de los objetivos más difíciles de lograr  por parte de un profesor de instrumento es el relativo a la progresiva capacidad que debe tener el alumno para saber enfocar correctamente su estudio, saber dilucidar por sí mismo el carácter de una obra, su tempo, su expresión, ser capaz de transmitir los aspectos formales y los contenidos emocionales, en definitiva, tener con el paso de los años una  autonomía interpretativa. Si a ésto le añadimos la conveniencia de que adquiera cuanto antes  una autonomía técnica, una capacidad para resolver dificultades y aportar soluciones prácticas, con el logro de estos aspectos habremos conseguido participar en la formación de un intérprete. 
Sin embargo, la práctica de la docencia en los conservatorios nos aboca a casi todos a imbuir al alumno nuestros propios conocimientos y nuestra propia comprensión de las obras que les enseñamos, que en un porcentaje demasiado alto  son obras que hemos tocado en nuestros años de estudiante. Es  el camino de la imitación, del mimetismo, que es el más corto para lograr del alumno un resultado inmediato medianamente aceptable. 
Esta solución -que tire la primera piedra el que nunca la haya utilizado- tiene un resultado obvio, pero rara vez logra instruir al alumno en los aspectos que le pueden ser útiles para configurar su propio criterio: si dejamos que un niño se caiga tropecientas veces antes de encontrar  la coordinación y el equilibrio necesarios para montar en bicicleta, si le pedimos que haga una redacción sobre cualquier tema sin dictarle lo que debe escribir, si le ofrecemos pautas de comportamiento que él debe aplicar  en sus relaciones con los demás sin que  debamos estar permanentemente a su lado para controlar lo que hace, por el contrario rara vez permitimos que un alumno nuestro pueda tocar su repertorio aplicando su propio criterio, sea éste bueno o menos bueno y tenga o no la suficiente madurez. No le permitimos que se equivoque en sus planteamientos y aprenda de sus errores, y  creo que esto se debe a que, en la mayoría de los casos, pensamos que si un alumno no toca lo suficientemente bien puede parecer que no sabemos enseñarle adecuadamente, y así pasamos de evaluadores a evaluados.
Cuando hablamos de criterio propio, hablamos de unos planteamientos que el intérprete se hace ante una partitura: cómo debe sonar esa música y por qué. El “cómo” viene indicado en el texto musical, y el mayor o menor acercamiento a su significado musical y estético depende de la formación del intérprete, pues no existe nada tan alejado del criterio como la arbitrariedad. El “por qué” es algo más complejo, ya que pueden intervenir consideraciones relativas al carácter, al significado profundo,  que pertenecen al mundo de los sentidos, de la sensibilidad, de las emociones y de la imaginación.
Nunca he creído que fuera importante para un intérprete conocer la biografía de los compositores en los aspectos relativos a sus vidas privadas, sus litigios familiares, sus miserias afectivas o sus enfermedades. Es más, creo que  sus obras, una vez creadas,  adquieren una saludable independencia con respecto a los individuos que las imaginaron, hasta el punto en que ni siquiera me parece que los consejos o indicaciones que suelen hacer sobre la interpretación de sus obras tengan que ser acatados reverencialmente.
Sin embargo,  me parece de la mayor importancia conocer o acercarse al mundo de su imaginación, sus pensamientos y sus creencias, que pueden arrojar mucha luz en la comprensión de sus músicas. 
Uno de los ejemplos más claros es el de Schumann: me interesa saber qué significan Eusebius y Florestán en su imaginación, y  la literatura que le inspiraba -E.T.A. Hoffman, Jean Paul, Eichendorff, Heine, etc.- pero no tengo especial interés en saber cuántos hijos tuvo o si su locura era  hereditaria. Creo que lo interesante está en todo aquello  que puede suponer una revelación en la comprensión de sus obras, pero su vida privada será probablemente como la de todo el mundo, con altibajos, miserias inconfesables, épocas doradas y sentimientos divididos.
Tampoco me parece de especial interés conocer la opinión de los críticos de su época. Todas las crónicas y descripciones de las interpretaciones de los compositores y de los estrenos de sus obras interpretadas  por otros, están llenas de imágenes poéticas, adornos literarios y comentarios poco rigurosos, lo cual indica en mi opinión que hablar de música, de obras, de contenidos, de interpretación, es algo reservado a la clarividencia, la capacidad de penetración y la inteligencia de personas con gran cultura,  musical y de la otra,  y son muy pocos los críticos - de antaño y de ahora- que puedan pertenecer por méritos propios a tan selecto club.
Si un estudiante de piano,  es capaz de imaginarse la música que tiene que tocar,  tiene en su interior un modelo sonoro que proyectar al exterior, y ese modelo o imagen sonora tiene vida propia, si es capaz de percibir todo aquello que tiene que ver con el devenir temporal de la obra, sus relaciones internas, sus resoluciones pospuestas, o las truncadas, si la forma es coherencia de las partes y equilibrio que da sentido a la sucesión de pasajes, temas, motivos, episodios, desarrollos, recapitulaciones, variaciones, etc., si todo forma un cosmos más real que la vida exterior, de alcance tan profundo como cualquier otra experiencia espiritual o sensorial, y todo esto se convierte en una necesidad de comunicarlo y transmitirlo, estamos ante un estudiante de piano con vocación de intérprete.
Si el aprendiz de intérprete dedica casi todo su tiempo a una actividad que requiere muchísimas horas de estudio sobre el teclado, donde tendrá que desarrollar una disciplina de perfeccionismo constante, que requiere bastantes horas leyendo libros de toda índole, infinitas horas oyendo música y asistiendo a conciertos, estamos ante un aprendiz entusiasta y voluntarioso, que no es poco.
Si además tiene capacidad de comunicación, es capaz de dominar sus nervios para no perder el control de lo que hace, tiene buena mano, memoria, ha desarrollado una buena técnica manual, le gusta tocar ante otros, le estimula el progreso que realiza día a día, aunque tenga altibajos, estamos ante un intérprete.
Si además tiene eso que conocemos por “duende”, es capaz de mantener a todo un teatro interesado, conmovido, emocionado, entusiasmado con su interpretación, si ha llegado a la convicción de que las obras no se aprenden nunca de verdad, que no es probable que su interpretación iguale a la imagen sonora que tiene en su interior, si está convencido de que lo apasionante de esta actividad radica más en la continua, constante y perenne transformación que la música, las obras,  van operando en su interior porque están vivas en su imaginación y le acompañan toda la vida aunque no se de cuenta, entonces ¡ah! estamos ante un verdadero artista.
                                            

martes, 4 de enero de 2011

GLENN GOULD

Pianista, compositor, locutor y ensayista canadiense. Estudió en el Toronto Royal Conservatory y debutó en Nueva York en 1955. Ese mismo año realizó la grabación de las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach, que lo lanzó a la fama por su forma vigorosa y convincente de ejecutar el contrapunto. Recorrió Europa y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas con gran éxito, pero en 1964 abandonó su carrera como concertista y se consagró a las grabaciones, que consideraba el futuro de la música. El resultado fue un amplio catálogo de discos que abarca todo tipo de composiciones, desde obras renacentista para teclado de William Byrd y Orlando Gibbons hasta Jean Pieterzoon Sweelinck y Johann Sebastian Bach, Ludwig Van Beethoven, Johannes Brahms, Richard Strauss y la integral de Arnold Schönberg. Todo su repertorio tiene en común la estructura contrapuntística. Evitó compositores como Frédéric Chopín y Claude Debussy, en los que predomina un sonido puro y fluctuante. Su mayor legado son sus grabaciones de Bach (grabó todas sus obras para clave), y uno de sus últimos proyectos fue la segunda grabación, en 1982, de las Variaciones Goldberg. También compuso varias obras, entre las que destaca un cuarteto para cuerda escrito en un estilo postromántico, con reminiscencias de Alban Berg. Su fascinación por el contrapunto y por las nuevas técnicas de grabación se combinaron en tres documentos radiofónicos basados en la soledad (The Idea of North, 1967; The Latecomers, 1969; The Quiet in the Land, 1977). Los realizó mezclando voces que había grabado en entrevistas con diferentes personas (su propia voz no aparecía en ningún momento), de manera que parecían estar conversando unos con otros o hablando unos por encima de otros. En 1992 Sony Classical y la Canadian Broadcasting Corporation reeditó la totalidad de sus discos, programas de radio y apariciones en televisión

lunes, 3 de enero de 2011

EL PIANO.....UNICO ..

EL PIANO.....ESE INSTRUMENTO....

Os hablarè de un instrumento que va ligado a mi vida, de mis pianistas favoritos, y de las piezas que me han hecho, soñar, llorar, enamorarme, y enrabietarme con mi gran maestro de musica FRANCISCO FLORES MARTINEZ.
El piano (apócope derivado del italiano piano que significa suave, originalmente pianoforte haciendo referencia a sus matices suave y agudo) es un instrumento musical clasificado como instrumento de teclado de cuerdas percutidas por el sistema de clasificación tradicional y según la clasificación de Hornbostel-Sachs, el piano es un cordófono simple. El músico que toca el piano recibe el nombre de pianista.

Está compuesto por una caja de resonancia, a la que se ha agregado un teclado, mediante el cual se percuten las cuerdas de acero con macillos forrados de fieltro produciendo el sonido. Las vibraciones se transmiten a través de los puentes a la tabla armónica, que los amplifica. Está formado por un arpa cromática de cuerdas múltiples, accionada por un mecanismo de percusión indirecta, a la que se le han añadido apagadores. Fue inventado en torno al año 1700 por el paduano Bartolomeo Cristofori. Entre sus antecesores se encuentran instrumentos como la cítara, el monocordio, el dulcémele, el clavicordio y el clavecín.

A lo largo de la historia han existido diferentes tipos de pianos, pero los más comunes son el piano de cola y el piano vertical o de pared. La afinación del piano es un factor primordial en la acústica del instrumento y se realiza modificando la tensión de las cuerdas de manera que éstas vibren en las frecuencias adecuadas.

En la música occidental, el piano se puede utilizar para la interpretación solista, para la música de cámara, para el acompañamiento, para ayudar a componer y para ensayar. Las primeras composiciones específicas para este instrumento surgieron alrededor del año 1732; entre ellas destacan las 12 sonatas para piano de Lodovico Giustini tituladas Sonate da cimbalo di piano e forte detto volgarmente di martelletti. Desde entonces, muchos han sido los compositores que han realizado obras para piano y en muchos casos esos mismos compositores han sido pianistas. Destacan figuras como Frédéric Chopin, Franz Liszt, Wolfgang Amadeus Mozart o Ludwig van Beethoven. Fue el instrumento representativo del romanticismo musical y ha tenido un papel relevante en la sociedad, especialmente entre las clases más acomodadas de los siglos XVIII y XIX. Es un instrumento destacado en la música jazz.

El funcionamiento básico del mecanismo de un piano es el siguiente: cuando una tecla es pulsada, la palanca que está situada en el extremo opuesto se eleva y el macillo asociado a ella se pone en movimiento en dirección a la cuerda que es liberada por el apagador justo antes de la percusión. Tras el golpe del macillo a la cuerda se produce el sonido y acto seguido éste cae hasta ser recogido por la grapa, también conocida como atrape, a una distancia aproximada de 2 centímetros. Al levantar la tecla, ésta libera el conjunto de palancas del escape y el macillo vuelve a estar disponible para volver a tocar la cuerda. Si retiramos la presión por completo, todo el sistema vuelve a su estado inicial de reposo en el que el apagador tiene la misión primordial de interrumpir el sonido.
La caja de resonancia, también denominada mueble, es el recinto cerrado del piano, que tiene la finalidad de amplificar o modular el sonido. Es una parte primordial del piano, ya que, además de amplificar y modular el sonido, es un factor decisivo en el timbre del instrumento, siendo importante la calidad de la madera con la que está fabricada, el número de piezas con las que esté construida y su estructura.

La caja está formada por una tapa superior, una tapa inferior, denominada tabla armónica, y una «faja», que es una sección de madera que une ambas tapas, con formas curvadas mediante un proceso de prensado con calor. En el interior se encuentra el bastidor, que es una estructura de refuerzo de las tapas y sirve para controlar la vibración, y el alma.
La tabla armónica está compuesta por la tabla propiamente dicha, las barras armónicas, los puentes de sonido y los barrajes. La tabla armónica se sitúa debajo y detrás de las cuerdas del piano. Es una superficie de madera laminada que varía de espesor, desde el centro a los lados, a lo largo de su superficie. Puede ir de los 12 a los 15 milímetros dependiendo de la medida del instrumento y el criterio del fabricante. La tabla está formada por una serie de listones de entre 10 y 15 centímetros de anchura unidos entre sí mediante cola. Es el auténtico elemento de resonancia del instrumento y su función es amplificar el sonido producido por las cuerdas, que a su vez es transmitido a las mismas a través del puente tonal.

La calidad y homogeneidad de la madera con la que está fabricada la tabla armónica es de suma importancia. En un piano de cola moderno, suele estar construida generalmente en madera de abeto y tiene un espesor de 8 milímetros, el doble de la de un pianoforte.[1] [2] Se usa la madera del abeto para la fabricación de la tabla armónica del piano y de otros instrumentos porque tiene el mejor coeficiente entre resistencia mecánica, que permite soportar la enorme presión de las cuerdas, y ligereza, que favorece la captación de las vibraciones más sutiles de las cuerdas. La tabla armónica tiene una ligera curvatura de unos 18 metros de radio, difícilmente apreciable a primera vista, que contribuye a que la tabla resista la presión de las cuerdas y al mismo tiempo se incremente considerablemente la resonancia del instrumento.[3]

Las barras armónicas son un conjunto de listones que están fabricados con el mismo material que la tabla armónica, generalmente abeto, que están unidos a la tabla mediante cola por debajo de la misma. Su encolado es en sentido perpendicular a la veta de la tabla para hacer uniforme la rigidez del conjunto. La cantidad de barras armónicas varía entre 8 y 14, en función de la medida del instrumento, y sus dimensiones son de dos centímetros de alto por dos de largo aproximadamente. Las barras más largas se encuentran situadas en el centro de la tabla y tienen un grosor mayor, mientras que las más cortas se sitúan en los extremos y son más delgadas.[3]

Los puentes de sonido van encolados en el centro de la tabla y en la parte superior de la misma. Sirven para transmitir la vibración de las cuerdas a la tabla armónica. Su forma es debida a la disposición de las cuerdas sobre ella y a que es necesario que la longitud de éstas se incremente desde las notas más agudas a las más graves.

Los barrajes son la estructura básica del piano y su finalidad es la de soportar todos sus elementos. Se sitúan debajo de la tabla armónica, a la que van adheridos mediante cola. De ellos dependen tanto la solidez como la duración en el tiempo del instrumento y aportan estabilidad frente a posibles cambios climáticos, tensiones internas, agresiones externas o cualquier otro tipo de deformación.
La tapa superior de la caja tiene una doble función: cerrar el mueble y proyectar el sonido hacia el público. Esta tapa se puede colocar en diversas posiciones según la potencia requerida. En el caso de realizar una actuación como solista, la tapa debe estar ubicada en su posición más alta. En cambio, si se está interpretando una obra acompañando a otros instrumentos, la tapa debe permanecer en su ubicación más baja.
El bastidor es un armazón de barras delgadas que suelen ser de hierro. En el cordal, situado en su extremo posterior, se ajustan las cuerdas, y en el clavijero, situado en el frontal, están las clavijas de afinación. Alrededor de éstas se enrolla el otro extremo de la cuerda. Es necesario afinar correctamente cada cuerda. Esto se consigue enroscando el extremo final de cada una de ellas en un eje insertado en el clavijero, obteniendo un tono más agudo o grave según el sentido de giro.
Las cuerdas son el elemento vibratorio que origina el sonido en el piano. Son segmentos formados por un material flexible que permanecen en tensión de modo que puedan vibrar libremente, sin entorpecimiento que provoque una distorsión de la onda acústica. La tensión de las 224 cuerdas puede llegar a alcanzar del orden de las 15 a 20 toneladas-fuerza[6] y depende proporcionalmente de las dimensiones del instrumento.

Los bordones son las cuerdas de mayor longitud y pertenecen al registro grave extremo del instrumento. Hay una única cuerda por tecla y están fabricadas en acero, con un contenido del 1% de carbono, y entorchadas con hilos de cobre. Este entorchado tiene la misión de añadir cierto peso y homogeneidad en la vibración de modo que la cuerda alcance la altura sonora deseada, mientras la mantiene lo suficientemente delgada y flexible para tocar. En el registro grave se colocan dos cuerdas por tecla afinadas al unísono y en el registro agudo, tres. Las cuerdas para el registro agudo están fabricadas exclusivamente con acero. La longitud y grosor disminuye proporcionalmente desde el registro grave, cuerdas más largas y gruesas, hasta el registro agudo, de menor grosor y longitud. La longitud de las cuerdas más graves incide proporcionalmente en las dimensiones exteriores del instrumento. Por tanto, una mayor longitud de las cuerdas implica una mayor cola del piano, lo que incrementa la calidad de sonido. Ocurre lo mismo con la altura de la caja del piano de pared.

La fabricación de una cuerda para piano se realiza mediante un proceso de trefilado, que consiste en la reducción de la sección de una cuerda de diámetro grueso y hacerla pasar a través de un orificio cónico calibrado practicado en un disco de material más duro que la cuerda. Tras dicho proceso se obtiene una cuerda con un diámetro exactamente calibrado. Al iterar este proceso con agujeros cada vez más pequeños se obtienen otras tantas cuerdas con sendos calibres.

Antiguamente, el alambre de latón se trefilaba a través de discos de acero. Las cuerdas de acero actuales se trefilan a través de discos de materiales más duros que el acero, como el diamante o el rubí. Este procedimiento fue inventado en 1819 por Brockedon en el Reino Unido y sigue siendo usado en la fabricación de cuerdas para los pianos modernos.

Prácticamente todos los pianos modernos tienen 88 teclas, 36 negras y 52 blancas. El número de teclas en los teclados se ha incrementado con el tiempo. En el siglo XVIII los clavecines tenían poco más de 61 teclas (hasta cinco octavas), mientras que la mayoría de los pianos fabricados desde 1870 tenían 88 teclas.

Los pianos modernos tienen un registro de siete octavas y una tercera menor; es decir, desde la-2 hasta do7. Sin embargo, muchos pianos tienen un registro de siete octavas (85 teclas); es decir, desde la-2 hasta la6 y algunos fabricantes amplían su registro hacia alguno de los dos extremos, el agudo o el grave. Por ejemplo, un piano Bösendorfer 225 tiene 92 teclas y un Bösendorfer 290 Imperial tiene 97. Los órganos generalmente tienen 61 teclas por «manual» (parte del órgano que se toca con las manos).

El peso de las teclas es un factor muy importante del teclado de un piano. En un piano acústico (de cola o vertical), el peso de las teclas está directamente relacionado con el mecanismo de percusión del macillo, que golpea la cuerda dentro de la caja de resonancia. En un piano electrónico la sensación de peso que tiene lugar en los pianos acústicos es reproducida mediante un mecanismo de martillo debajo de cada tecla.
Un piano moderno tiene tres pedales. A principios del siglo XX, los pianos tenían tan sólo el pedal de resonancia y el pedal una corda. Pero en épocas anteriores se experimentó mucho, con registros de laúd, fagot y otros efectos incluso más extravagantes, no siendo raro encontrar pianos antiguos con más de cuatro pedales. Beethoven poseyó un piano Érard con 4 pedales, uno de ellos partido, lo que hacía un total de 5.[9]

En un piano de cola moderno los tres pedales se denominan respectivamente unicordio, tonal y de resonancia.

El pedal unicordio se encuentra a la izquierda y desplaza los macillos hacia un lado, de modo que, según el ajuste que se le dé, los macillos golpean sobre dos de las tres cuerdas y en la zona del fieltro donde habitualmente no lo hacen.

El pedal tonal central (también llamado «pedal de sostenuto», del italiano «sostenido») (que también se encuentra en algunos modelos verticales de Yamaha) sirve para crear el efecto llamado nota pedal, que consiste en mantener durante un tiempo determinado la misma nota o acorde; a diferencia del pedal de resonancia, la nota pedal no se ve alterada por las que se toquen después.

El pedal de resonancia, al ser pisado, libera los apagadores de las cuerdas, lo que permite que la nota siga sonando aunque se haya dejado de pulsar la tecla, añadiendo además una gran cantidad de armónicos de otras cuerdas que vibran por simpatía, aumentando de este modo el volumen sonoro y, en su caso, mezclando notas, acordes y armonías diversas. Usado con destreza, también permite pequeños efectos sutiles de expresión, cantabilidad, fraseo o acentuación.

La disposición en un piano vertical es ligeramente diferente. El pedal de aproximación se encuentra a la izquierda, pero en este caso difiere del piano de cola. Al pulsarlo, el mecanismo acerca los macillos a las cuerdas, con lo que, a menor distancia para percutir, menor aceleración al pulsar la tecla, con lo que sencillamente se reduce el volumen sonoro. Al ser pisado el pedal sordina, situado en el centro, se interpone una tela entre los macillos y las cuerdas, lo que reduce enormemente el sonido y permite tocar el piano sin molestar a otras personas. Y, finalmente, el pedal derecho es el de resonancia, el único que es común a los dos tipos de piano. En los verticales, su funcionamiento es exactamente el mismo.

Antecesores

La cítara es el antecesor más antiguo del piano y data de la Edad del Bronce.Al igual que muchas otras invenciones, el piano fue fabricado a partir de otros instrumentos anteriores. El instrumento musical de cuerda más antiguo que inicia la línea evolutiva del piano es la cítara, un instrumento originario de África y del sudeste de Asia que se remonta a la Edad del Bronce (alrededor del año 3000 a. C.). La cítara era un conjunto de cuerdas tensas dispuestas sobre una tabla que se hacían vibrar mediante los dedos, las uñas o algún otro objeto punzante.

El monocordio fue un instrumento posterior a la cítara, pero tenía leves variaciones respecto a ésta. Estaba construido con una única cuerda mucho más larga que las cuerdas que se empleaban en la cítara, que vibraba sobre una pequeña caja de resonancia de madera. Este instrumento fue utilizado por varios matemáticos a lo largo de la historia para realizar sus estudios, como el griego Pitágoras, que realizó sus estudios sobre las relaciones entre los intervalos musicales, y Euclides, que basó la geometría euclidiana en las divisiones de este instrumento.

Más tarde se inventó el salterio, un instrumento construido sobre los principios de la cítara pero con una forma trapezoidal en función de las distintas longitudes de sus cuerdas. La tabla trapezoidal del salterio, mucho más tarde, dio paso al diseño de los primeros clavecines. Se pretendía encontrar algún tipo de mecanismo que hiciera que las cuerdas no estuvieran en contacto con los dedos.[10]

Se hicieron bastantes experimentos, y uno de ellos fue el clavicordio, un instrumento que vibraba mediante un pequeño clavo o una aguja metálica que era accionada a través de unas teclas que hacían mover la aguja o clavo para que vibrara la cuerda. Después de la creación del clavicordio nació el clave, diferenciado del clavicordio porque para hacer vibrar las cuerdas utilizaba un plectro o la punta de las plumas de las aves.[10]

Los primeros instrumentos de cuerda percutida fueron los dulcémeles que procedían del santur, un instrumento musical tradicional persa.[11] Durante la Edad Media, hubo varios intentos para crear instrumentos de teclado con cuerdas percutidas.[12] El primero de ellos fue la zanfona, que tiene origen incierto.[13] Del siglo XIV son las primeras referencias al Escaque, instrumento poco conocido cuyo mecanismo (descrito en un manuscrito de Henri Arnault de Zwolle) podría anticipar el del piano. En el siglo XVII, los mecanismos de instrumentos de teclado como el clavicordio y el clavecín eran bien conocidos. En un clavicordio las cuerdas son golpeadas por las tangentes, mientras que en un clavecín son presionadas por plumas de ganso. Siglos de trabajo sobre el mecanismo del clave, en particular, han mostrado los medios más eficaces para construir la caja de resonancia, el puente y el teclado
La invención del piano moderno se acredita a Bartolomeo Cristofori, de Padua, perteneciente por aquel entonces a la República de Venecia (Italia), que fue contratado por el príncipe Fernando II de Médici como conservador de instrumentos. Fue un experto fabricante de clavicémbalos y fue así como pudo familiarizarse con las técnicas de fabricación de instrumentos de cuerda con teclado. No se sabe con exactitud la fecha en la que Cristofori construyó el primer piano pero en un inventario hecho por sus mecenas, la familia Médici, se indica la existencia de un piano en el año 1700.

Como instrumento de cuerda con teclado, el piano es similar al clavicordio, desde el punto de vista organológico, y al clavecín, en términos estético-musicales. Estos tres instrumentos se diferencian en sus mecanismos de producción del sonido. En un clavecín, las cuerdas son pulsadas por plectros. En un clavicordio, las cuerdas son percutidas por pequeñas púas de metal (tangentes) que continúan en contacto con la cuerda hasta que se deja de presionar la tecla. En un piano, las teclas son percutidas por macillos, que rebotan inmediatamente dejando a la cuerda vibrar libremente.

El gran éxito de Cristofori fue hallar la solución, sin ejemplos previos, al problema fundamental mecánico del diseño del piano: el macillo de madera cubierto de cuero debía golpear la cuerda, pero no permanecer en contacto con ella porque amortiguaba el sonido, como ocurría con las tangentes que se mantenían en contacto con las cuerdas del clavicordio. Por otra parte, el macillo debía volver a su posición de descanso sin rebotar violentamente y, a ser posible, debía permitir repetir una nota rápidamente. El mecanismo de percusión de Cristofori sirvió como modelo para los numerosos enfoques diferentes para las acciones de piano posteriores. Si bien los primeros instrumentos de Cristofori se hicieron con cuerdas delgadas y fueron mucho más silenciosos que el piano moderno, en comparación con el clavicordio (el único instrumento de teclado anterior capaz de controlar mínimamente los matices dinámicos a través del teclado) fueron considerablemente más fuertes y podían mantener mejor la potencia del sonido.

El piano no tenía un sonido estridente y metálico como el clavicordio o el clave, sino que era un sonido mucho más suave y sostenido. Además, los macillos estaban dotados de un sistema de escape mediante el cual era posible variar tanto el volumen como el tono del sonido. Con él se incrementaba notablemente la capacidad expresiva musical del instrumento, ya que además de producir un determinado sonido siempre al mismo volumen y tono, como ocurría con los instrumentos antecesores, era posible producir sonidos con más o menos volumen que otros y producir una muy ligera variación tonal. Todo esto dependía de la forma de ejecutar el teclado del piano: con movimientos rápidos y bruscos de las teclas se producían sonidos de gran volumen y brillantes; y con movimientos lentos y apaciguados se generaban sonidos de menor volumen y con un tono más dulce.[10]

Cristofori lo llamó gravicembalo col piano e forte. Este nombre hacía referencia a la capacidad del instrumento de producir sonidos con diferentes intensidades, dependiendo de la presión ejercida sobre las teclas: si apretabas fuerte el sonido era mayor y si apretabas más suavemente el sonido era menor; de aquí viene el nombre que le puso primariamente, pianoforte (derivado del italiano: piano: suave y forte: fuerte). Cristofori construyó cerca de una veintena de pianos a lo largo de su vida, de los que sólo se conservan tres, el más antiguo de los cuales se encuentra en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York y data de 1720.[10]


Réplica de un pianoforte elaborada por Paul McNulty siguiendo la construcción de uno similar fabricado en 1804 por el vienés Anton Walter.El nuevo instrumento construido por Cristofori se mantuvo relativamente desconocido hasta que el escritor italiano Francesco Scipione escribió un entusiasta artículo sobre el piano en 1711, incluyendo un diagrama de su mecanismo. Este artículo fue distribuido ampliamente y la mayor parte de la siguiente generación de fabricantes de pianos inició su trabajo debido a su lectura. Uno de estos fabricantes fue Gottfried Silbermann, más conocido como fabricante de órganos, que tenía su taller en Freiberg (Sajonia, Alemania). Los pianos de Silbermann son prácticamente copias directas del piano inventado por Cristofori pero con una importante adición: Silbermann inventó el precursor del pedal de resonancia moderno, que elevaba todos los apagadores de las cuerdas a la vez.

Hacia 1726 Cristofori introdujo en sus pianos el sistema una corda que daba al intérprete la posibilidad, mediante un comando especial, de desplazar el mecanismo de tal modo que cada macillo golpeara sobre una cantidad de cuerdas menor de lo habitual para lograr un sonido muy suave. Este mecanismo se sigue manteniendo en los pianos modernos actuales y el una corda permite que el macillo del piano golpee sobre una única cuerda de cada grupo. Las primeras composiciones específicas para pianos aparecieron alrededor de 1732, entre las que destacan las 12 sonatas para piano de Lodovico Giustini tituladas Sonate da cimbalo di piano e forte detto volgarmente di martelletti.

Silbermann mostró a Johann Sebastian Bach uno de sus primeros instrumentos en la década de 1730, pero a Bach no le gustaba ese instrumento, alegando que las octavas superiores eran demasiado suaves para permitir un completo registro dinámico, lo que le granjeó cierta hostilidad con Silbermann. Al parecer las críticas fueron atendidas y en 1747 Bach dio su aprobación al instrumento e incluso actuó como agente en la venta de pianos fabricados por Silbermann.[10]

Desde el taller de Gottfried Silbermann se desarrollaron las famosas escuelas de fabricación de pianos: la «Escuela inglesa» que surgió a partir de dos discípulos de Silbermann, llamados Johannes Zumpe y Americus Backers, que emigraron a Londres, donde desarrollaron un piano que poseía el mismo mecanismo que el de Cristofori aunque con notables modificaciones, que más tarde sería denominado «mecanismo inglés»; y la «Escuela alemana», surgida a partir de otro discípulo de Silbermann llamado Johann Andreas Stein, que realizó otras modificaciones al mecanismo original de un diseñador llamado Schroter, denominado «mecanismo alemán o vienés».
Desde los primeros pianos del italiano Cristofori hasta los pianos actuales, muchas mejoras y avances se han producido, pero el concepto y la idea fundamental para su construcción continúan siendo las mismas. Se han optimizado materiales para lograr una mejor calidad de sonido, se ha aumentado paulatinamente el número de notas para ampliar la capacidad musical del instrumento y se ha mejorado el diseño para lograr un mejor rendimiento. Sin embargo, el concepto fundamental de pianoforte como un instrumento capaz de lograr sonidos fuertes y suaves sigue siendo el mismo.

El apogeo de la fabricación de pianos tuvo lugar a finales del siglo XVIII en la escuela de Viena, que incluyó a fabricantes como el mencionado Johann Andreas Stein (que trabajó en Augsburgo, Alemania) y los vieneses Nannette Streicher (hija de Stein) y Anton Walter. Los pianos de estilo vienés fueron construidos con marcos de madera, dos cuerdas para cada nota y macillos cubiertos de cuero. Algunos de estos pianos de estilo vienés tenían un colorido opuesto al de los pianos modernos: las teclas naturales eran negras y las accidentales blancas.[14] Wolfgang Amadeus Mozart compuso sus conciertos y sonatas para ellos e incluso se han fabricado réplicas para su uso en interpretaciones de música antigua. Los pianos de de la época de Mozart tenían un tono más suave y claro que los pianos modernos o los pianos ingleses, con potencia mantenida. El término pianoforte se utiliza a menudo para distinguir los pianos del siglo XVIII de los pianos posteriores.

Entre los años 1760 a 1830 la fabricación de pianos tuvo una gran expansión y sufrió grandes modificaciones. Esta revolución fue una respuesta a la preferencia de los compositores y pianistas por tener un piano con un sonido más poderoso y sostenido, y fue posible gracias a los avances tecnológicos surgidos a partir de la Revolución industrial, que estaba comenzando. Algunos de estos avances fueron la alta calidad del acero de las cuerdas, llamado específicamente cuerda de piano, así como la precisión de la fundición para la producción de hierro fundido. Con el tiempo, la gama tonal del piano también fue en aumento y pasó de las cinco octavas de la época de Mozart a las siete octavas y un tercio o más de los pianos modernos.

En 1762 Henry Walsh realizó el primer concierto para piano en toda la historia en Dublín (Irlanda).[15] El diseñador de pianos francés Sébastien Érard construyó en 1776 el piano rectangular, que era una variante especial del piano de cola. En 1773 se publicaron las sonatas para piano Opus 2 de Muzio Clementi, que pretendían utilizar al máximo los recursos del piano. En 1775 se construye en Filadelfia el primer piano en Estados Unidos y en 1795 se fabrica el primer piano vertical en Londres, diseñado por William Stodart.[10] Pascal Taskin también fabricó algunos pianos entre los años 1786 y 1790.

Los primeros avances tecnológicos fueron en gran medida gracias a la empresa inglesa Broadwood, que ya tenía reputación por el tono esplendoroso y poderoso de sus clavecines. Broadwood construyó instrumentos que fueron progresivamente más grandes, más fuertes y más vigorosamente construidos. Enviaron dos pianos a Joseph Haydn y Ludwig van Beethoven y fue la primera empresa de fabricación de pianos con una gama de más de cinco octavas: cinco octavas y una quinta en el año 1790, seis octavas de 1810 (Beethoven utilizó las notas adicionadas en sus obras posteriores), y siete octavas de 1820. Los fabricantes vieneses también siguieron estas tendencias, sin embargo las dos escuelas de piano utilizaron diferentes acciones: el mecanismo de Broadwood era más robusto y el de los instrumentos de Viena era más sensible.

En 1808, Sébastien Érard patentó un mecanismo de simple repetición e incorporó la grapa, una pieza que permitía a las cuerdas permanecer en su lugar exacto después de ser golpeadas por los macillos. Dos años más tarde, en 1810, diseñó el mecanismo de pedales del piano moderno.[10] En la década de 1820, la fábrica de pianos de Érard en París pasó a ser el centro de la innovación en lo referente al mecanismo del piano. En 1822 introdujo su mecanismo de doble repetición, que permitía una gran velocidad de repetición al pulsar las teclas del piano, incluso si la tecla aún no había alcanzado su máxima posición vertical, y facilitaba una rápida ejecución. Cuando esta invención se hizo pública, en su forma revisada por Henri Herz, el mecanismo de doble repetición se convirtió paulatinamente en un elemento estándar en el mecanismo de los pianos de cola y forma parte de todos los pianos de cola modernos.

Una de las principales innovaciones técnicas que ayudaron a crear el sonido del piano moderno es la utilización del hierro fundido. También el llamado «marco», el hierro fundido que se asienta sobre la caja de resonancia, que sirve como principal baluarte contra la fuerza ejercida por la tensión de las cuerdas. El aumento de la integridad estructural del hierro fundido permitió el uso de cuerdas más gruesas, más tensas y más numerosas, en lugar de las cuerdas de latón que se empleaban hasta entonces, que eran más blandas y no soportaban tensiones tan altas. Posteriormente se usaron cuerdas de acero, más fuertes que las de hierro y que permitían una tensión aún mayor. En un piano de cola moderno el total de la tensión de las cuerdas puede aproximarse a las 20 toneladas-fuerza.[6] La pieza simple de hierro fundido fue patentada en 1825 en Boston por Alpheus Babcock, combinando el enganche del marco (creado en 1821 y reclamado por Broadwood en nombre de Samuel Hervé) y la barra de resistencia (creada por Thom y Allen en 1820, pero también reclamada por Broadwood y Érard). Más tarde, Babcock para Chickering & Mackays, empresa que patentó el primer marco de hierro de los pianos de cola en 1843. Los fabricantes europeos de pianos prefirieron los marcos de hierro fundido hasta que principios del siglo XX, fecha en que el sistema estadounidense fue completamente adoptado.


Macillos de fieltro de un piano vertical moderno.Se incluyeron otras innovaciones en el mecanismo del piano, como el uso de fieltro en los macillos en lugar de recubrirlos con cuero. Estos macillos de fieltro fueron empleados por primera vez por Jean-Henri Pape en 1826. Al ser un material más consistente, permitía mayores registros dinámicos como el peso del macillo y el aumento de la tensión de las cuerdas. Otras importantes innovaciones técnicas de esta época incluyen cambios en la forma de fabricación de las cuerdas, como el uso de un «coro» de tres cuerdas en lugar de dos para todas las cuerdas, excepto para las de las notas inferiores; y el uso de diferentes métodos de tensando. Con el método de tensado over string, también llamado cross-stringing, las cuerdas se colocan en manera superpuesta inclinada verticalmente, con puentes de dos alturas en la caja de resonancia en lugar de sólo uno. Esto permite cuerdas mayores, pero no necesariamente más largas, para encajar dentro del piano. El tensando over string fue inventado por Jean-Henri Pape durante la década de 1820 y fue patentado para su uso en los pianos de cola en Estados Unidos por Henry Steinway Jr. en 1859.

A lo largo del siglo XIX se fundaron numerosas compañías de fabricación de pianos. En 1828, Ignaz Bösendorfer fundó la suya en Austria y el 1853 supuso un hito en lo que se refiere a formación de fábricas de pianos, ya que el alemán Heinrich Engelhard Steinweg emigró a Estados Unidos y fundó en Nueva York la fábrica Steinway & Sons; Julius Blüthner fundó su compañía en Leipzig y Carl Bechstein hizo lo propio en Berlín.

En 1863 Steinway & Sons diseñaron y fabricaron el piano vertical moderno con cuerdas cruzadas y una única tabla armónica y en 1874 perfeccionaron el pedal tonal o sostenuto, inventado en 1844 por Jean Louis Boisselot, que permitía un registro más amplio. Ese mismo año, Julius Blüthner patentó el sistema aliquot, que incorporaba a cada grupo de tres cuerdas una cuarta adicional más elevada para incrementar la resonancia de las mismas y que no era percutida por el macillo, sino que vibraba en simpatía. En 1880 Steinway & Sons abrió una sucursal en Hamburgo, lo que incrementó la competencia en el mercado europeo con Bechstein y Blüthner.

A partir de ese año ya se puede hablar de piano moderno, tal como se lo conoce hoy en día, aunque se han realizado modificaciones posteriores al diseño del piano pero sin demasiada trascendencia.
Piano de cola

Un piano de cola de la casa Bösendorfer.Un piano de cola es un tipo de piano en el que las cuerdas y la caja de resonancia se encuentran en posición horizontal. Los pianos de cola tienen una tapa superior que se puede abrir, de manera que los sonidos producidos por las cuerdas salen al exterior sin barreras de ningún tipo.

Su tamaño puede variar dependiendo del fabricante y tipo de piano de cola fabricado, pero suelen oscilar entre los siguientes valores:

piano de cola mignon: hasta 130 cm de longitud.
piano de un cuarto de cola: de 131 hasta 189 cm de longitud.
piano de media cola: de 190 hasta 225 cm de longitud.
piano de tres cuartos de cola: de 226 hasta 255 cm de longitud.
piano de gran cola: superiores a 256 cm de longitud.
Todas las fábricas de pianos producen pianos excepcionales artcase. Algunos sólo poseen decoraciones o modificaciones espectaculares de los pianos ordinarios como pies trabajados, marquetería, pintura o revestimiento. Otros son modificaciones radicales como el Pegasus de Schimmel o M. Liminal diseñado por NYT Line y fabricado por Fazioli.
El piano vertical se caracteriza por tener las cuerdas, los macillos y la caja de resonancia en posición vertical, perpendicular al piso.

De modo general se pueden dividir entre cuatro tipos distintos dependiendo de su tamaño:

Piano vertical espineta: el más pequeño en su categoría con un sonido característico, piano de máquina indirecta (quiere decir que el mecanismo se encuentra por debajo del teclado). Su altura es menor a 98 cm.
Piano vertical consola: son pianos de máquina directa, es decir, el mecanismo está al mismo nivel del teclado. De 98 a 109 cm de altura.
Piano vertical de estudio: son pianos de máquina directa, con el mecanismo un poco más elevado del nivel del teclado. Esta característica proporciona al intérprete una mayor seguridad. De 110 a 139 cm de altura.
Piano vertical antiguo: son pianos con una gran capacidad acústica, de máquina directa aún más elevada que el piano de estudio. Su medida de altura es muy variable dependiendo del fabricante pero suele tener más de 140 cm de altura.
El piano electrónico es una invención del siglo XX. Tiene la misma apariencia del piano. La diferencia es que el sonido proviene de medios de síntesis electrónica. Además, puede reproducir el sonido de diferentes instrumentos y muchas veces incorpora canciones y ritmos predeterminados.

Los ritmos que vienen incorporados sirven para tocar los acordes con una sola tecla en diferentes estilos. Algunas tienen todo un sistema educativo, como el Yamaha Education System, el sistema de aprendizaje de Casio o el DoReMi de Roland. Con estos sistemas educativos se pueden aprender canciones, porque el sistema indica la tecla a presionar. Se pueden practicar fragmentos de canción, inclusive. Algunos modelos traen incorporado un metrónomo para poder sincronizar exactamente con la velocidad de la melodía.

El intérprete puede guardar canciones tocadas por él mismo, para volver a escucharlas después. También puede grabar la melodía para cada mano independientemente. Hay variedades que son sensibles al tacto, es decir, detectan la fuerza con que son presionadas las teclas, como en un piano real y actúan en consecuencia, reproduciendo el sonido con mayor o menor fuerza, según el caso.

Existen teclados electrónicos que cuentan con una pantalla LCD en la que se puede apreciar el pentagrama, la nota presionada (en un teclado dibujado) y las canciones. Tienen accesorios opcionales como el pedal y el cable para conectarse con un ordenador y se pueden transferir canciones a través del mismo. También se pueden enviar canciones desde el teclado hacia el computador por medio de un software de autoría de MIDI (MIDI authoring). Otros accesorios son el atril para colocarla y la base para las partituras.

La calidad de su sonido no es la misma de un piano normal y la fuerza con que se tocan las teclas también es diferente, aunque su precio es mucho menor.
El piano de juguete fue inventado por Albert Schoenhut en 1872 y comenzó a ser fabricado a finales del siglo XIX. Es utilizado en ciertas obras de la música contemporánea, como por ejemplo en las interpretaciones de las obras de John Cage por Margaret Leng Tan, así como por ciertos artistas populares tales como Pascal Comelade y Pascal Ayerbe.

En 1863, Henri Fourneaux inventó la pianola que es un piano que reproduce de forma automática, usando dispositivos neumáticos, las notas escritas en un rollo perforado sin necesidad de un pianista. Un equivalente moderno a la pianola es el sistema Yamaha Disklavier que usa solenoides y archivos MIDI en lugar de los dispositivos neumáticos y los rollos perforados. El piano silencioso, que permite que un piano normal sea usado como un instrumento digital, es un invento reciente pero se ha hecho muy popular.

Irving Berlin utilizó para componer con más facilidad un instrumento llamado piano transpositor, creado en 1801 por Edward Ryley. Este instrumento podía cambiar de tonalidad al accionar una palanca situada debajo del teclado. Uno de los pianos utilizados por Berlin se encuentra en el Smithsonian Museum. En la mayor parte de su carrera, Berlin sólo supo utilizar las teclas negras del piano pero con este piano modificado no tuvo limitaciones con la tecla de fa♯.

El piano preparado es un invento relativamente reciente, que es usado en la música contemporánea. Este instrumento es un piano de cola normal al se le han colocado objetos en su interior para alterar su sonido o que ha recibido algún tipo de cambio en su mecanismo. Las partituras de las obras para pianos preparados a menudo instruyen al pianista sobre cómo insertar pequeñas piezas de caucho o metal, como tornillos o arandelas, en medio las cuerdas. Estos elementos añadidos reducen el sonido de las cuerdas o crean sonidos poco corrientes debido a la alteración de la vibración de las mismas.

El piano jirafa o piramidal es un piano de cola, creado en 1735, con la caja de resonancia en posición vertical hacia arriba, perpendicular al teclado. Su nombre le viene de la similitud que guarda su decoración, compuesta por una voluta formada por la intersección del lado curvo con el lado recto, con una jirafa. El objetivo de colocar la caja en forma vertical era reducir el volumen del mueble del instrumento pero tenían el inconveniente de ser demasiado altos. Este problema se solucionó bajando la caja hasta el suelo y cruzando las cuerdas para que ocuparan menos espacio.[16]

El piano rectangular es un tipo de piano que tiene las cuerdas horizontales dispuestas en diagonal a través de la caja de resonancia rectangular por encima de los martillos y con el teclado fijado en el lado largo. El piano con pedales es un tipo de piano que incluye un pedalier, habilitando el registro grave para ser interpretado con los pies al igual que un órgano común.
Un piano moderno está construido con diferentes clases de madera. Para el armazón sobre el que se asientan las cuerdas se usa madera de roble, abeto, haya o nogal. Para el mecanismo de percusión, la madera utilizada suele ser de peral, cormal, carpino o arce. El teclado se fabrica con madera de tilo y para el chapado exterior del instrumento se emplean maderas exóticas.

El marco que constituye el esqueleto del piano se fabrica con acero fundido de una sola pieza y los bordes con hierro forjado o acero. Las cuerdas están construidas con alambre de acero entorchado o envuelto en un alambre de cobre enroscado para los bordones. Además se emplea ébano para recubrir las teclas negras y marfil para las blancas y piel de búfalo y paño para el mecanismo. Los macillos están fabricados con fieltro.La afinación del piano consiste en realizar la modificación de la tensión de las cuerdas de manera tal que éstas vibren en las frecuencias adecuadas. Así se logra que la música resultante sea agradable al oído según los cánones de la música occidental. Esta tarea es realizada por personas especializadas llamadas «técnicos afinadores de pianos».

El proceso de afinación consiste en que el afinador, valiéndose de un diapasón, afina las tres cuerdas que corresponden al la3 a una frecuencia de 440 Hz (La 440) . Una vez que tiene esta primera tecla afinada, se basa en la serie armónica (reformada) para afinar el resto.
Desde la época de Pitágoras hasta el siglo XVII, los músicos afinaban sus instrumentos ayudándose con la serie armónica. Esto hacía que sólo se pudiera tocar en la tonalidad básica que se había utilizado para afinar el instrumento (probablemente no había una tonalidad fija, ya que no se utilizaban diapasones para unificar la afinación).

En el siglo XVIII los fabricantes de clavecines aplicaron una manera de afinar los teclados, similar a la desarrollada por Bartolomé Ramos de Pareja para afinar instrumentos con trastes, que permitía tocar obras modulando a cualquier tonalidad sin tener que reajustar la afinación. La llamaron «buen temperamento». Aprovechando esta nueva característica, Bach compuso una obra que mostraba un preludio y fuga por cada una de las 24 tonalidades posibles llamada El clave bien temperado.

Desde principios del siglo XX los pianos, como todos los instrumentos de afinación variable, se afinan con el temperamento igual. El afinador sabe cuánta «desafinación» (cuánto batimiento o golpeteo rítmico generado por la falta de unísono) tiene que agregarle a cada tono para que el piano quede afinado con temperamento igual.

El piano en la música clásica
Muchas obras, célebres en su versión para orquesta, han sido escritas inicialmente para el piano. Algunos ejemplos son las Danzas húngaras de Johannes Brahms, Cuadros de una exposición de Modest Músorgski, Gimnopedias de Erik Satie o Canción de primavera de Felix Mendelssohn-Bartholdy.

A la inversa, muchas obras del repertorio clásico han sido transcritas para el piano como, por ejemplo, las transcripciones que realizó Franz Liszt de las sinfonías de Ludwig van Beethoven. El piano es muy utilizado en música de acompañamiento de la voz en coros, lieder y melodías. También es utilizado en música de cámara, a dúo con otro instrumento, que suele ser el violín o la flauta, en tríos, cuartetos o quintetos con piano.

El piano es el instrumento pedagógico por excelencia porque es un instrumento polifónico, polirítmico y de simple utilización, relativamente barato y bastante sonoro. Por ello es utilizado en la mayoría de las clases de solfeo de las escuelas de música y los conservatorios como el instrumento principal del pedagogo.

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Véase también: Categoría:Composiciones para piano
Las formas musicales para el piano han variado en cada época. En el período barroco, cuyo repertorio inicialmente estaba previsto para clavecín u otros instrumentos en teclado, principalmente se compusieron obras con formas nacidas de bailes y formas contrapuntísticas como la partita, la suite, la fuga, la tocata, el pasacalle, la sonata, la gavota o las variaciones. En la época clásica, las formas predominantes fueron la sonata, la fantasía, la bagatela y otras formas aristocráticas.

En la música romántica, además de la sonata, aparecen formas más libres y de orígenes diversos como el nocturno, el impromptu, el scherzo, la balada, la fantasía, la mazurca, el vals, la rapsodia o el preludio. Esta época verá también el nacimiento del concierto para piano en su forma moderna, generalmente una pieza que necesita un dominio completo del instrumento.

Compositores destacados de música clásica
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