Tras haber escuchado la banda sonora de ‘El árbol de la vida’ en repetidas desde hace algún tiempo y con gran expectación tras el éxito del film en Cannes, solo me cabe una conclusión: la música fluye de forma magistral. Al margen de la polémica por el sentido del film, por ese debate sobre si la nueva obra del peculiar Malick es absolutamente pretenciosa o impecablemente majestuosa (reconozco que me muevo en el término medio, cosa difícil y más aún de explicar), la banda sonora de Alexandre Desplat es rotundamente una de las mejores del año.
Alexandre Desplat es reconocido como uno de los más inspirados y mejores compositores de bandas sonoras de la actualidad. Este genio francés tendente al minimalismo, a transmitir el máximo sentimiento con apenas un piano (o al menos con escasa orquestación habitualmente), con pocos acordes pero repetitivos y mágicos, posee trabajos de altura que lo avalan. El hecho de que Malick contara con él es sin duda una gran noticia, podría verse en un reto harto complicado. Acompañar el ambicioso y personal film de Malick abordando un tema tan complicado y cargado de tintes metafísicos no es, desde luego, tarea fácil. Pero el resultado es simplemente fantástico.
La música de Desplat fluye con suavidad a lo largo del metraje y subraya con precisión y emoción las sensaciones que Malick narra. Desde la simplicidad más armoniosa a tonos más sombríos, la música acompaña con precisión, delicadeza y acentuando el ejercicio introspectivo al que Malick somete al espectador con su historia. Buen ejemplo de esa fluidez son sus temas ‘Motherhood’ en tono más optimista y que acompaña a la madre y su entrega y dedicación con los hijos o ‘Fatherhood’ con la que encuentra un aire más sombrío, como clara contraposición, pero sin perder la excelente armonía del conjunto
Quiero cerrar este blog...como todo lo que nace...muere....y toda muerte es nacimiento a otra vida ....dicen...
queria cerrarlo con el sublime poema a la muerte de Vicente Huidobro,un chileno que murio en 1948 y entendio ...lo que era la muerte tal vez mejor que la muerte misma, y aunque todos los musicos creemos que la musica nunca muere...siempre muere, cuando algo se muere en un musico.
La muerte que alguien espera
La muerte que alguien aleja
La muerte que va por el camino
La muerte que viene taciturna
La muerte que enciende las bujías
La muerte que se sienta en la montaña
La muerte que abre la ventana
La muerte que apaga los faroles
La muerte que aprieta la garganta
La muerte que cierra los riñones
La muerte que rompe la cabeza
La muerte que muerde las entrañas
La muerte que no sabe si debe cantar
La muerte que alguien entreabre
La muerte alguien hace sonreír
La muerte que alguien hace llorar
La muerte que no puede vivir sin nosotros
La muerte que viene al galope del caballo
La muerte que llueve en grandes estampidos
Media hora antes del concierto de la OSPA y Oviedo Filarmonía, una cola gigante serpenteaba desde la puerta del Auditorio por la plaza de la Gesta. Indudablemente la idea de unificar en un concierto las dos orquestas profesionales asturianas, bajo la dirección del titular de Oviedo Filarmonía Marzio Conti contó con la asistencia y el aplauso del público. Una idea que se debe repetir, aunque con un mayor hincapié en el programa. Concretando, la suma de dos orquestas no debe ser una duplicación ampliada, sino una unidad propia. Para ello, habría que elegir un repertorio de lo que podríamos llamar «pulmón sinfónico», por ejemplo una 'Octava' de Mahler o, si se quiere en plan ligero, una selección de preludios wagnerianos u obras del postromanticismo que por su densidad no se pueden abordar por una de las orquestas en solitario.
En el concierto Marzio Conti estuvo comedido en los tiempos, claro en el color, huyendo de sonoridades planas y homogéneas y exigente en los matices e intensidades, con fortísimos, especialmente en las obras de Respighi y Halffter verdaderamente épicos. Del programa, la 'Alborada del gracioso', de Ravel, pese a la precisión rítmica resultó confusa en los pizzicatos y en general poco palpitante y agitada. Una Alborada como pisando huevos. Mucho mejor el 'Tiento y la batalla', de Halffter, en la que el compositor evoca y de alguna manera 'deconstruye' dos piezas para órgano de Cabezón y Cabanilles. La trompetería de la 'batalla' fue de una intensidad desbordante. En las obras de Respighi, esa voluntad de estilo unificador de Marzio Conti, pasó a un primer plano. Versiones muy poéticas, delicadas pero ofrecidas con una atmósfera sinfónica envolvente. 'Los Pinos del Janículo', en la que tras un nocturno se anuncia un tímido amanecer en el canto de un ruiseñor fueron de una mágica sonoridad. Como final, una propina densa: el coral final de 'El pájaro de fuego', toda una gama de intensidades hasta unos fortísimos resplandecientes.